Tengo un par de libros que en
sus buenos tiempos fueron de un rojo brillante, ahora han adquirido un tono anaranjado
en ciertas partes de la portada y contraportada.
Aunque llegaron en muy buenas condiciones
para ser libros usados (sus notas son todavía legibles) me temo que sufrieron
un poco mientras realizaban su osada travesía por el mundo, la cual relataré y
siendo únicos testigos sus hojas que se tornaron amarillas y el olor adquirido por
el viento salino con el paso del tiempo.
En esencia, el alma de ambos
libros fue creada en un taller español ubicado en Shinjuku, Japón donde junto
con la colaboración de varios especialistas encargados vieron nacer el primer
tiraje de libros. No fue tarea fácil encargarse de la redacción, traducción, el
diseño y hasta el simple hecho de escoger el tipo de papel fueron detalles importantes
para dar vida al supuesto contenido, siendo no más un libro cualquiera, sino un
libro para aprender japonés.
En 1981 el primer lote impreso
se embarcó con sumo cuidado a España. Su travesía no debió de haber durado más
de un mes en altamar si tuvieron suerte de contar con buen clima,
posteriormente fueron desempaquetados y puestos en una librería en tierra española.
Pasó el tiempo y al fin
tuvieron la dicha de ser vistos y comprados. Sin embargo, su dueña era una
francesa que estaba de viaje y regresaba a casa.
En Francia cerca de los campos
de lavanda, luego de un repentino cambio de planes, los libros se encontraron
en el olvido cerca de 5 años en una repisa donde lo único que podían ver eran
los rayos del sol y de la luna contando cada día que pasaba.
Cierta mañana, fueron de nuevo
puestos en un paquete rumbo a un destino incierto. Tardarían casi 3 meses en
volver a ver la luz en Latinoamérica.
¿Acaso pensarían ambos
libros que llegarían tan lejos?
Pues bien, si aquellos libros
que tuve la dicha de que llegaran a mí hubieran tenido un pasaporte de seguro sorprenderían
a más de uno. Me agrada la idea de pensar que durante su trayecto han esparcido
el conocimiento que contienen y no me desagradaría que algún día también dejaran
mis estantes y continuaran con su viaje cuando menos lo esperen.
Quizás en algún momento se
cansen de pasar de mano en mano por ávidos lectores hasta que sus esquinas poco
a poco comiencen a doblarse y deseen encontrar un buen librero en donde asentarse,
compartiendo sus extraordinarias aventuras con otros veteranos de viaje.
Por el momento, aprovecharé al máximo su contenido para después desearles buen viaje con el fin de que puedan compartir con otras personas la dicha y placer que me proporcionaron.
L.D
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